El arte es una manera de expresión, una forma de comunicación en la que el lenguaje no necesita palabras. Y aunque en su origen, su función fuera la de comunicar conocimientos, con el tiempo se ha convertido en un tipo de comunicación alejado de la forma del sistema tradicional usado en el lenguaje hablado y escrito. Veamos cómo ha cambiado la función artística.
El arte clásico se diferencia del moderno y el contemporáneo, en parte, porque su mensaje es de distinto índole. Desde la Antigua Grecia, la Edad Media y hasta el siglo XVIII, en el arte, generalmente, se transmitían ciertos conocimientos, en cambio, con el arte moderno y el arte contemporáneo, el autor de la obra, más allá de difundir su mensaje (de darle la importancia al objeto en sí) le ha querido dar también el valor a la interpretación. Ahora la estética no tiene porqué ser la protagonista, porque lo que importa no es describir una realidad perfecta e ideal, si no jugar con las técnicas artísticas, mostrar una realidad subjetiva y darle importancia a la interpretación.
El nacimiento de Venus (1482-1485) de Sandro Botticelli
Masacre en Corea (1951) de Pablo Picasso
La filosofía del arte del siglo XIX determinó que cualquier cosa puede ser arte, es decir, que lo que se valora no es el objeto en sí, si no su significado, su forma de generar emociones en el espectador. El arte contemporáneo hace a los espectadores partícipes de la obra. Las obras contemporáneas, sin ser entendidas, pueden parecer irracionales o superficiales si se comparan con las obras clásicas; pero lo cierto es que ahora la comunicación artística es bidireccional y requiere el esfuerzo del espectador para comprender la obra, incluso para darle distintas interpretaciones. Lo que no quiere decir que se haya dejado de lado la estética.
La herencia de Laura (2003) de Maggie Cardelus
En consecuencia, y sobre todo en el arte contemporáneo, es más difícil captar el mensaje, comprender cuál es la función de la obra; de hecho, más allá del goce, el espectador genera juicios de valor al apreciar la obra. Y esto hace que muchas veces, sea necesario que los autores (o los entendidos de la obra) tengan que dar pistas, explicaciones acerca de su obra, además de que el espectador debe esforzarse más por interpretar la obra.
Y este trabajo de entendimiento necesario puede que no sea compatible con en el escaso esfuerzo que se propicia en el mundo individualista y pasivo de hoy en día. Por eso, para evitar esta desconexión, es muy importante aliar el arte con el marketing; el arte está sujeto a su contexto y esto no se puede obviar, tanto el enunciante como el receptor tienen que estar en una posición social en la que ambos se entienden.
Además, no podemos negar que el arte nunca ha dejado de ser es una actividad ligada a un escenario personal e histórico concreto, lo que ha hecho que el espectador deba conocer el marco de la obra antes de prestarle atención. Lo que ha cambiado es la naturaleza de esos conocimientos necesarios. Mientras que en el Renacimiento, para entender las obras eran necesarios los conocimientos poéticos, mitológicos e iconográficos, en el arte contemporáneo, el espectador debe ser conocedor de la situación cultural (social, política, económica…) en la que la obra se ha concebido.
El arte seguirá expresándose durante la historia, lo que no sabemos es cómo. Esto estará determinado por las personas y las circunstancias en la que se practique en el futuro. En definitiva, el arte es una comunicación donde no hay reglas de lenguaje.
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