Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) fue poeta y novelista, campos en los que tuvo una gran influencia; de hecho, se le considera como el primero en darle comienzo al Romanticismo alemán. Su pasión era escribir y fue muy reconocido por ello, pero no solo lo conocemos por eso, ya que exploró y analizó diversos fenómenos de la naturaleza desde una perspectiva distinta al de la época.
Aunque de él no quede influencia ninguna en la ciencia moderna, sus logros científicos de principios de siglo XIX no fueron de poca importancia: descubrió que, igual que los simios, los humanos tenemos el hueso intermaxilar e ideó un barómetro que detectaba las variaciones rápidas de presión que predecían los grandes cambios como las tormentas, un instrumento muy útil que se usó en náutica.
Pero su forma de hacer ciencia era distinta a la de los científicos de su época (sobre todo, los de Francia). Para Goethe tenía que existir otra forma de investigar los fenómenos que no fuera mediante las matemáticas, porque eso reducía muchísimo los fenómenos a estudiar y comprender. Él pensaba que lo primordial era analizar un fenómeno desde distintos ángulos y caracterizarlo, no mediante fórmulas matemáticas, sino cualitativamente. Por ejemplo, analizó y describió los efectos ópticos en diversas condiciones: cambiaba la oscuridad de la habitación en la que se proyectaba la luz mediante el prisma; cambiaban las posiciones del prisma, del haz de luz, del observador; se analizaba la proyección que salía del prisma o de lo contrario, cómo se percibía el ojo del observador…etc. Todo esto lo recopiló en su libro “La teoría de los colores”.
Pero, en el libro citado y en muchas otras teorías qué propuso, no había manera de corroborar lo que describía ni se podían hacer predicciones mediante ello, dos criterios importantes para consolidar una teoría científica. Las teorías deben ser útiles para entender un fenómeno de la manera más objetiva posible, universal para todos. En cambio, que la subjetividad del observador prime antes que el peso de los datos cuantitativos sustraídos del fenómeno, hace que la teoría sea única para quien lo construye y esto, más allá de una fuente de inspiración poética (o científica), no sirve para describir la realidad. La realidad está ahí y podemos describirla mediante datos e interpretarla a lo largo de los años y con la ayuda de distintas personas. Quizás, nunca conozcamos cómo es la realidad misma pero sí que nos aproximaremos cada vez más; y cuanto más sepamos sobre algo, mejor control tendremos sobre ello.
Por tanto, creo que si nos preguntásemos “¿qué sería Goethe en la era moderna?” no diría que es un pseudocientífico puesto que los pseudocientíficos solo toman en cuenta los hechos que mejor les vienen para sus teorías inventadas, sacadas de pensamientos irracionales; es decir, que analizan los fenómenos parcialmente. En cambio, Goethe, pretendía que el análisis fuera total, sin dejar de lado ningún aspecto que ayudase a entender el fenómeno.
Entiendo a Goethe cuando decía que las matemáticas no eran la única forma de describir un fenómeno, no podemos quedarnos sólo con eso. Pero también pienso que son unos de los instrumentos que más seguridad dan a una teoría científica y descartarlas no sería una buena idea.
Y en cierta medida, para un científico la subjetividad con la que trabajaba Goethe también es esencial; un científico se tiene que inspirar, debe apostar por ideas nuevas, analizar aspectos que no se solían tomar en cuenta…etc.
Podemos colocar a Goethe en un lugar entre científico y poeta. Pero, ante todo, fue una persona guiada por la curiosidad.
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