Las ciencias y las tecnologías están estrechamente ligadas; la ciencia avanza porque lo hace la tecnología y viceversa.
La diferencia principal es que cada cual tiene un fin distinto. El objetivo de las ciencias es describir la realidad, comprender los fenómenos que nos acontecen y construir con ello teorías y leyes científicas; las tecnologías, en cambio, no pretenden describir la realidad, más bien tratan de moldearla para mejorar nuestra existencia; desarrollan una aplicación de los conocimientos.
Pero a pesar de que sus fines últimos sean distintos, para el desarrollo de uno el desarrollo del otro es imprescindible. ¿Cómo investigar un fenómeno de la naturaleza sin una tecnología adecuada para ello? ¿Cómo desarrollar una tecnología en concreto sin los conocimientos científicos que existen del tema? Que la ciencia avance implica que la tecnología le haya dado esos instrumentos para poder investigar el fenómeno. Y que la tecnología progrese implica que los conocimientos acerca de lo que se quiere cambiar son muy avanzados. La retroalimentación es un hecho.
Además, en ocasiones, trabajando con el fin describir el mundo, aparece la tecnología y aprovecha (en el buen sentido) esos conocimientos científicos, los investiga y desarrolla porque ve en ellos la potencia necesaria para un ámbito en concreto. Es decir, los desarrollos tecnológicos no siempre parten de una voluntad de cambiar algo, sino que se inspiran en la ciencia disponible del momento. Por ejemplo, en los años 90, Francis Mójica, mientras estudiaba la capacidad de las arqueas de las salinas de Santa Pola, descubrió unas curiosas repeticiones de secuencias de ADN; otros científicos también descubrieron algo parecido en otros microorganismos, no obstante, fue el microbiólogo Mójica el único que siguió investigando, hasta que concluyó que se debía a un mecanismo de defensa que tenían las arqueas y las bacterias, un sistema complejo y ancestral que usan estos microbios para defenderse de los bacteriófagos. Si Mójica no se hubiese interesado por esta curiosidad microbiana, seguramente, nadie emplearía este conocimiento para utilizarlo en moldear nuestro alrededor; es decir, no existiría la técnica CRISPR/Cas9, el método más eficaz hasta el momento en la edición del genoma que tiene la biotecnología.
También puede ocurrir lo contrario, que con el fin de investigar y desarrollar ciertas tecnologías, se descubran nuevos conocimientos que abren nuevos caminos para la ciencia. Por ejemplo, el holandés Antonie van Leewenhoek (1632-1724) ,con el objetivo de fabricar mejores lentes para analizar la calidad de las telas con las que comerciaba, logró crear lentes con aumento de hasta 200X, cosa que le permitió observar el mundo microscópico como nadie antes lo había hecho: pudo observar los glóbulos rojos, las bacterias, espermatozoides de distintos animales...etc. Y esto inspiró a innumerables investigadores interesados en el mundo diminuto, que daría lugar a la "microbiología".
Con los ejemplos expuestos, quería remarcar que aparte de que el desarrollo de las ciencias y las tecnologías dependen unas de las otras, también se inspiran mutuamente: sus caminos se cruzan infinidad de veces.
La ciencia es “ciencia” gracias a la tecnología y la tecnología es “tecnología” gracias a la ciencia.
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