Hoy en día son tan fuertes las interacciones entre ciencia y técnica que ya se habla de la “tecnociencia” (Echeverría, 1995). Este modelo ya no se ocupa exclusivamente del conocimiento científico, sino que transforma la naturaleza y la propia sociedad. El estudio de la tecnociencia ha mostrado que, en contra del positivismo científico, la ciencia es una construcción humana y social y por tanto, se debe analizar en en su conjunto.
En este contexto, desde finales del siglo XX, se han analizado los factores económicos, políticos y sociales que rodean la actividad científica para conocer su influencia y transformarla. No obstante, en la transformación de la ciencia no se han priorizado ni la perspectiva de género, raza y ni la clase. Es evidente que la ciencia ha sido producida, sobre todo, por una parte limitada de la sociedad: hombres blancos de clase alta. Es verdad que cada vez hay más mujeres en la ciencia, no obstante, los cargos de dirección siguen siendo androcentristas.
Respecto a la cuestión de género en la ciencia, en las últimas décadas se han producido dos enfoques a partir de las siguientes preguntas:
-Años 70: “¿Qué hay que hacer respecto a la situación de la mujer en ciencia?
-Años 80: “¿Qué ocurre con unas ciencias inmersas en los proyectos occidentales, burgueses y masculinos?
El enfoque que recibe mayor apoyo institucional todavía es el primero, en el que el problema se sitúa en las propias mujeres, no en la comunidad científica. Y esto se ve claramente en una ausencia de la transformación científica: todavía hay escasez de mujeres en las carreras científicas y falta de representación de las mujeres en puestos de decisiones políticas científicas.
Y precisamente, eso es lo que ha olvidado la tecnociencia: analizar cuáles son las causas de esa escasez de las mujeres en ciencia, investigar el problema en la propia ciencia y hacer algo al respecto. Se deben analizar los sesgos androcéntricos en la investigación científica, tener en cuenta que la supuesta neutralidad de los criterios en ciencia no se cumple y que se deben replantear para que sean beneficiosos para todo el mundo.
El poder sigue en manos de hombres blancos y ricos, los cuales tienen intereses propios. Por ejemplo, se investiga y experimentan ciertos medicamentos en solo una parte de la población: los hombres; no se tiene en cuenta cómo afectarán a la mujer y se pierde la oportunidad de analizar los efectos adversos en ellas, cosa que repercute desfavorablemente para ellas.
En definitiva, es necesario que el modelo de la Tecnociencia valore e investigue el androcentrismo que se sigue manteniendo en ciencia y que tenga como objetivo una transformación feminista y más equitativa.
Imagen: http://code.intef.es/feminismo-y-ciencia/
Comments