Los neandertales y los humanos modernos pertenecemos al género de Homo. Pero ¿somos la misma especie? Lo que está comúnmente aceptado es que no.
Y para argumentar lo anterior cabe recordar que "especie" es la unidad fundamental en la clasificación biológica y que existen diferentes concepciones. Sin embargo, la definición biológica es la más aceptada y conocida:
La especie es el conjunto de poblaciones naturales que realmente se reproducen o pueden proliferar potencialmente entre sí, con un aislamiento reproductivo respecto al resto de grupos. (Elhuyar Zientzia eta Teknologiaren hiztegi entziklopedikoa).
Según esta definición, para poder considerar a distintos grupos de poblaciones como una única especie deberían tener la capacidad de producir una descendencia prolífica común. Pero en la realidad, es difícil saber con certeza si dos grupos son compatibles reproductivamente ya que estos pueden estar separados geográficamente o en este caso, estar extintos. Por eso, en la práctica se han usado vías alternativas a seguir el criterio reproductivo, siendo uno de ellos el análisis de los rasgos morfológicos. La definición morfológica de especie dice así:
La especie es aquella en la que una población o grupo de población se diferencia morfológicamente del resto de poblaciones. (Elhuyar Zientzia eta Teknologiaren hiztegi entziklopedikoa).
Y precisamente, en el caso de los neandertales y los sapiens, ya que uno de ellos está extinto, es difícil saber con certeza si es una especie distinta a la nuestra si no nos hubiéramos fijado en sus rasgos físicos comunes y distintivos. Los paleoantropólogos han analizado los fósiles de los homínidos del pasado y han logrado diferenciar a estos dos grupos como dos especies distintas morfológicamente.
Pero, una vez más, existe otro problema si solo seguimos los rasgos físicos. En ocasiones, aunque se compartan características comunes, estas no se completan con la capacidad reproductiva entre dos grupos, es decir, aparentemente pueden parecer la misma especie pero no los son ya que para que sean la misma especie debe existir la posibilidad del flujo de genes. O puede ocurrir lo contrario, que parezcan distintos pero pertenezcan a la misma especie. Y es que todos sabemos que la apariencia engaña.
Pero que no cunda el pánico, la genética y las técnicas de secuenciación del ADN vinieron para resolver estos problemas.
Analizando los restos de neandertales y sapiens, han concluido que sí hubo hibridación entre estos dos grupos. De hecho, las personas de hoy en día llevamos ADN neandertal (también denisovano, otra especie de Homo). Pero, ¿esto quiere decir que somos de la misma especie? No lo creen.
Nuestra especie surgió en África hace 315.000 años, donde permaneció durante sus primeros 200.000 años. Algunas poblaciones se quedaron pero otras muchas comenzaron a hacer incursiones fuera del continente; hace 40.000 años ya habían colonizado toda Eurasia, el lugar de “nacimiento” de los neandertales. No obstante, hace 30.000-15.000 años los neandertales de Europa se extinguieron, también lo hicieron los denisovanos en Asia.
Que tengamos genes neandertales demuestra que tenemos un antepasado común pero no que tengamos que ser de la misma especie. Recalquemos que nunca ha habido poblaciones aisladas ni razas puras. Es verdad que Homo sapiens tuvo descendencia con Homo neanderthalensis, haciendo que hubiese una transmisión interespecífica de genes. Pero esto sería a consecuencia de los encuentros periódicos entre ambas especies, encuentros no lo suficientemente largos como para que se diera una nueva misma especie.
Se sabe que las especies humanas como Homo sapiens, denisovanos o Homo neanderthalensis coexistieron. Lo que se desconoce todavía es cuáles fueron las causas de que nuestra especie fuera la única en prevalecer hasta el día de hoy.
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