Aunque la idea de la belleza no haya sido siempre la misma, generalmente, se ha relacionado con la perfección.
Ya en el Antiguo Egipto se rendía culto a la belleza. Cuidaban su higiene y apariencia personal y eran muy coquetos, aspectos que se reflejan en las pinturas; los cuerpos esbeltos eran el ideal estético, la belleza. Incluso hacían “photoshop” para representar a las personas más perfectas de lo que eran.
Y en la Antigua Grecia, para Platón, la belleza era inalcanzable porque pertenecía al mundo de las ideas perfectas y para Aristóteles, su discípulo, lo bello tenía que ver con la simetría. Pero coinciden en determinar la belleza como algo perfecto; de hecho, los griegos rendían culto a su cuerpo porque admiraban su perfección. Los cuadros, esculturas…etc. eran reflejo de ello.
David de Michelangelo
En cambio, en la Edad Media, se pasó de adorar el cuerpo a lo divino. Los medievos llevaban ropa holgada y lo bello estaría en la iluminación que provenía de Dios.
Catedral de Chartres
Y en el Renacentismo, lo bello comprendía la armonía y el equilibrio. Las reglas geométricas regían lo perfecto, lo bello. Por ejemplo, las proporciones áureas eran muy importantes para representar la realidad y a las personas en cuadros, esculturas…etc.
En definitiva, lo bello podría definirse como perfecto porque sería algo objetivo y universal para todos. ¿Qué hay más perfecto y bello que las matemáticas?
Sin embargo, aunque las matemáticas sean “bellas”, no suponen el único criterio de belleza. La belleza está sujeta a la perspectiva del observador porque para el/ella lo que “siente” puede ser bello; la belleza se valora, se siente desde uno mismo.
Y es peligroso definir unos cánones de belleza (en los cuerpos humanos) marcados por la sociedad porque de este modo, como decía Platón, la belleza se hace inalcanzable y solo unos pocos puedan llegar a ser “bellos”. Y todos sabemos que lo bello inunda nuestro mundo, independientemente de que siga o no las reglas geométricas.
Hoy en día, muchos artistas siguen utilizando las reglas geométricas en sus obras, consiente o inconscientemente. El grado de belleza geométrica se puede analizar en ellos. Pero otros tantos carecen de esas proporciones de belleza matemática, y esto no quiere decir que no puedan ser bellos. Las obras de arte, como los cuerpos humanos, son bellas desde el punto de vista de quien los mira y sobre todo, de quien los sabe apreciar desde todos los sentidos.
La sensibilidad de cada uno ante el mundo nos genera distintas emociones. Lo que a mí me puede generar un tipo de emoción, será distinto para otro.
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